Además de los mencionados, existen otros testimonios fehacientes que acreditan que el pisco es peruano. En su esclarecedor libro “Peruanidad del Pisco”, César
Ángeles Caballero sostiene que es la historicidad del término pisco la prueba más contundente para demostrar la peruanidad del pisco. Para el caso se vale de cuatro cauces: el étnico, una casta de alfareros llamados los piskos que fabricaban recipientes en forma de conos, que en el virreinato se utilizaban para guardar y conservar el pisco, elaborado en el valle de Ica; el zoológico, por la existencia de unas aves pequeñas designadas con el vocablo de piskos en la zona actual de Pisco, desde los tiempos anteriores a la cultura Paracas, por tanto se trata de un término quechua; el toponímico, por la designación de Pisco al puerto y ciudad que lleva este nombre; y el industrial, por la denominación de la botija con el nombre de pisco de uva, y por conservarse en tal recipiente recibió el nombre de pisco de aguardiente de uva fabricado en Pisco e Ica.
